CÓMIC,
HISTORIA
1)
Un hombre despierta en la cama sobresaltado. Abre los ojos
parpadeando para adaptarse a la oscuridad, escucha para asegurarse de
que no ha sido un simple sueño. Se levanta lentamente, silencioso.
Se dirige al baño, si hay alguien debe dar la sensación de que su
paseo es normal, una meada de madrugada. Se mira en el espejo
mientras escucha, no se oye nada. Se lava la cara, sabe que algo o
alguien se esconde en el piso, algo que espera su oportunidad. Cierra
la puerta del baño lentamente. Busca en el armario algo que le pueda
servir como arma, solo encuentra colonias y champú. El armario está
lleno de productos de belleza femeninos, desde que ella se mudó no
encuentra nunca nada, un ligero rencor inofensivo le remueve las
tripas. El batidor, ese batidor que le acompaña siempre que le crece
el pelo, con el que ondea su media melena hasta que se cansa y se lo
vuelve a rapar. Tiene una buena punta, puede hacer daño, sabe que
tendrá que golpear fuerte con él. Se lo piensa, salir o encerrarse,
nunca a sido un cobarde, después de pensarlo sabe que tampoco a sido
nunca alguien que no afronta las situaciones con las que se encuentra
en la vida. Abre la puerta, mira el pasillo, a la derecha hay tres
puertas, tiene la sensación que algo o alguien se encuentra allí,
tras una de esas tres puertas. Se dirige a la segunda, no quiere
arriesgarse a ir a la cocina, allí hay cuchillos, tiene la sensación
de que no es un cuchillo lo que le amenaza. Abre la puerta, está
oscuro, un resplandor le ciega, un dolor sordo se extiende desde su
vientre, la visión se le nubla, conoce su cara, sus pensamientos se
vuelven pastosos. Mira hacia el batidor, que no se encuentra a su
alcance. Se siente mojado, pausado, el dolor desaparece mientras la
niebla se extiende, el batidor sigue fijo, en el suelo. Se arrastra
hacia él en movimientos lentos, dolientes. Escucha pasos pausados.
Su mínima oportunidad de llegar al batidor se aleja con esos pasos
que se acercan. Estira el brazo, un dolor sordo le atraviesa el
rostro, nota el crujido de sus dientes al romperse, como se estira la
carne en su cara, la sangre corre a través de sus mejillas y su
boca, la neblina se hace más densa mientras el batidor se aleja,
borroso. Sus ojos siguen abiertos, su cara reposa en un charco de
sangre, un ligero temblor le sube desde el vientre mientras la sangre
del suelo se enfría en su cara.
2)
La ropa gira en la lavadora del sótano. Ella piensa mientras espera
que es lo que ha hecho mal para terminar con su relación en apenas
un año. No se siente satisfecha de como es su vida. Su rencor
aumenta mientras ese centrifugado silencioso que le costó 200 euros
más en la tienda de electrodomésticos hace una función que él no
conoce. La lavadora se para, la abre y pone la ropa en una palangana
que tiene sus huellas marcadas. Con la palangana llena sube hacia
arriba, camina hacia el ascensor reprimiendo sus lágrimas, su
debilidad no debe mostrarse por una cuestión de orgullo femenino que
le ha costado demasiado conseguir, ni siquiera a solas subiendo una
palangana de ropa a las 2 de la madrugada. Llega al ascensor y pulsa
el botón de llamada, entra y se apoya en la pared para meditar si
vuelve casa para a oír roncar a su nefasto marido, a ese egoísta
que solo piensa en sí mismo y que no le pone los cuernos por una
simple falta de oportunidad debido a su estupidez. La puerta del
ascensor se abre y sale al pasillo. Un hombre gordo y enorme está
cerrando la puerta de su casa. Se para a verlo, nota que la invade un
irracional horror. El hombre gira la cabeza y la ve, la puerta del
ascensor se cierra, el hombre se dirige hacia ella, su paso es
tranquilo. Ella hace acopio de valor mientras se dirige a cruzarse
con ese hombre que lleva una sonrisa maligna grabada en el rostro.
Cuando se cruzan el hombre golpea la palangana violentamente. El
miedo la impide moverse un instante, la sonrisa del gordo se clava en
su cara mientras la inmoviliza agarrándola de un brazo. Antes de
poder reaccionar el hombre levanta su puño para golpearla en la
cara, lo hace. Ella nota el golpe, nota la sangre en su boca. Recibe
otro puñetazo en la cara antes de poder levantarse, todo da vueltas,
el pasillo se alarga, las puertas se distorsionan. Cae de rodillas en
el suelo, el hombre se aprieta los nudillos mientras ella vomita
sangre.
El
frío... lo despierta moribundo para oír gritos y golpes sordos,
alguien agoniza en el pasillo, el batidor se encuentra de nuevo a su
alcance. Se esfuerza para levantarse despegándose de su propio
charco de sangre. Coge el batidor y se arrastra hacia la puerta
entreabierta. Saca la cabeza al pasillo y ve como un hombre
extrañamente gordo le pega una patada a su mujer en la cara. Se
levanta de rodillas mientras el hombre ríe a carcajadas ante su
mujer agonizante. Tiene una oportunidad, se traga su propia sangre
mientras se apoya en la pared para coger el que puede ser el último
impulso de su vida. Coge firmemente el batidor, ese último esfuerzo
debe ser preciso, las oportunidades deben aprovecharse. El gordo pega
puñetazos en la cara de su mujer arrodillado encima de ella. Se saca
la polla y se masturba a carcajadas apuntando a sus pechos. El ritmo
de su mano aumenta, su mujer agoniza en gritos ahogados. El cuerpo de
nuestro moribundo se tensa en una mueca silenciosa de dolor mientras
clava el batidor por el mango en la cabeza del hombre gordo. Oye el
sonido opaco del batidor perforando el cráneo, intenta arrancarlo
pero no le quedan fuerzas, lo suelta. El gordo se gira
instintivamente con el batidor clavado en su cráneo. Las
convulsiones de un orgasmo le estremecen mientras la sangre chorrea
por su cabeza y le provocan un jadeo sonriente cuando se desploma
lentamente de lado para caer como un cerdo inerte, como un saco de
patatas podridas. El moribundo atacante se desploma entre gritos de
desesperación. Su mujer se levanta con la cara destrozada por los
golpes del hombre gordo muerto, le mira con una expresión de
compasión infinita en su rostro. Su marido grita incoherencias
apenas entendibles. Llora desconsoladamente mientras ella lo abraza
en un último atisbo de piedad, sabe que nunca volverá a sentirla.
Mientras, su marido, dice que no es él, grita que no es él. Ella lo
mira mientras ve en sus ojos una locura irremediable.
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